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SAN JOSÉ DE FELICIANO
10-04-2007
VILLA ELISA AL DÍA VISITÓ EL SANTUARIO DE LÁZARO BLANCO
Hay santos reconocidos por las religiones tradicionales y otros por la devoción popular. Los primeros cuentan con el aval institucional, los segundos no. Sin embargo, dentro del imaginario colectivo el factor institucional parece no contar y la santificación de personas fallecidas a las que se les atribuyen milagros a veces llega por una muerte en plena juventud o por haber perecido en circunstancias terribles. Claro que estas personas muchas veces ni siquiera llevaron vidas ejemplares, pero para los devotos esto tampoco importa. Dentro de las devociones populares hay decenas de ejemplos. Lázaro Blanco, el mensajero de los pagos de San José de Feliciano que en 1886 fue fulminado por un rayo, es uno de éstos.
Convertido en leyenda, hoy congrega a numerosos promeseros que llegan hasta su santuario a pedirle gracias y tal es su raigambre en los pagos que cada año, en épocas de la Fiesta Provincial del Ternero, se lleva a cabo una procesión hasta su tumba.
La leyenda
Cuenta la leyenda que Lázaro Blanco fue un mensajero voluntario que se ofreció a llevar un recado impostergable que el jefe de Policía de Feliciano necesitaba enviar urgente a La Paz. Era una noche tormentosa, de lluvia, viento y aterradores relámpagos cuando el chasqui partió hacia la muerte, ya que a dos leguas fue alcanzado por un rayo mortal. Horas más tarde una patrulla policial encontró su cuerpo y lo enterró. Pero su leyenda comenzó tiempo después.
Fue un sueño el que dio origen a la creencia popular, en circunstancias en que una gran sequía azotaba la zona. Lo tuvo Ciriaco Benítez, un productor profundamente preocupado por la inminente pérdida de su cosecha, a quien se le apareció un hombre joven que le pedía que le tenga fe, le aseguraba que si confiaba en él la producción se salvaría y le pedía que lo visitase. A la mañana siguiente una lluvia bendijo la cosecha de la región y la salvó. Entonces, Benítez recordó el extraño sueño, lo contó a su familia y visitó el lugar indicado. Para su asombro, encontró una cruz que decía: “Lázaro Blanco. Fallecido a causa de un rayo en 1886”.
Lo acontecido se extendió por el pago bajo la condición de «milagro» y la tumba de Lázaro Blanco comenzó a ser visitada por muchas personas pidiendo ayuda.
En el imaginario colectivo un nuevo santo había nacido, el mismo en cuya tumba hoy se yergue una capilla cuyas paredes están totalmente cubiertas de placas de agradecimiento.
Villa Elisa al Día