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GUALEGUAYCHU
14-03-2011

UN LIBRO CUENTA LA QUIEBRA DEL BANCO MESOPOTAMICO EN 1987-DIARIO EL DIA-

(Villa Elisa al Dia)

No sólo se trata de reivindicar el espíritu de un grupo de emprendedores, y las virtudes de una empresa regional. El “Libro Blanco del Banco Mesopotámicoâ€, saca a la luz los entretelones de la dramática caída de la entidad. El autor dio algunas pistas para entender una compleja historia que aún sigue abierta.
Por Gustavo Carbone y Marcelo Lorenzo
¿Por qué cayó el Banco Mesopotámico? ¿Qué llevó a la quiebra, en 1987, de una entidad crediticia modelo en su tipo, ideada y pergeñada tierra adentro, que si bien empezó a funcionar en 1979, su fecunda labor cooperativa en realidad se remonta a las cajas de crédito preexistentes, como la de Gualeguaychú creada en 1962, que terminaron de confluir en un único formato bancario?

¿Cómo se explica el hundimiento de un banco que llegó a tener 156.000 asociados, 550 empleados y 26 sucursales, repartidas en su mayoría en territorio entrerriano, otras en Corrientes y Misiones, y una casa en Capital Federal?

¿Qué intereses, algunos explícitos y otros ocultos, se pusieron en marcha para que un emprendimientos que fue palanca del desarrollo, redistribuyendo el ahorro regional, terminara como terminó, en una sonora quiebra que aún hoy se sigue tramitando en la justicia?

¿Qué personajes del mundo cooperativo, del mundo bancario, político y sindical intervinieron en esta historia? ¿Cuál fue la conducta individual y grupal que asumieron y el rol que jugaron? De última, ¿qué intereses defendieron en el momento crucial en que se definió la suerte del banco?

Se diría que soterradamente estas preguntas sobrevuelan desde hace tiempo en Gualeguaychú. En un contexto donde, como ocurre en estos casos de debacle económica, las heridas siguen abiertas.

De ahí el interés que despierta el libro de Enrique Castiglioni, el único miembro del comité ejecutivo del banco que está vivo, tras los fallecimientos de Mario Bustelo y Bernardo Spektor.

Presentado formalmente este viernes, el libro pretende contestar las preguntas formulada al comienzo. ¿Qué fue lo que pasó?, nada menos. Aunque, como ha adelantado su autor a este diario, también se trata de rescatar una obra que dio mucho fruto, de la que Gualeguaychú puede sentirse orgullosa por la participación que tuvo, sobre todo a través de vecinos emprendedores y lúcidos.

El “Libro Blanco del Banco Mesopotámico†pretende echar luz sobre una quiebra polémica, que pese al tiempo transcurrido desde su declaración formal por parte del Banco Central, aún se ventila en el Juzgado Civil y Comercial de Gualeguaychú, a cargo de la jueza Dra. Valeria Barbiero de Debeheres.

“Estamos en este momento con 36 cuerpos. Estamos en el folio 7.957â€, cuenta Castiglioni, para dar una idea de la dimensión de la causa. El entrevistado asegura tener 23 biblioratos con toda la documentación, que incluye las actas del concejo de administración, más 350 fotos, un material base que le sirvió para elaborar el libro.

En marzo de 1987 el Banco Central presentó la quiebra. Acto seguido procedió a la venta de todos los bienes inmuebles (19 edificios propios), y los muebles. Con el producido, según Castiglioni, no sólo se recuperan todos los créditos otorgados. El Banco Central se quedó con un remanente de varios millones de pesos.



La política detrás



¿Acaso estaba en la ruina el Banco Mesopotámico? Castiglioni niega esta hipótesis. Cuenta que en su momento se le pidieron a Alfredo Concepción, por entonces presidente del Central, 2 millones de pesos, de los 10 millones que el Banco Mesopotámico tenía indisponibles en ese máximo organismo monetario.

Pero el reclamo no tuvo eco. La estrategia del Mesopotámico era fusionarse con el Banco BICA de Santa Fe. Pero la estrategia fue bochada. ¿Por qué? Esto lo explica Castiglioni con lujo de detalles en su libro, aunque adelantó su teoría a este diario.

Una “interna del partido gobernante†de la época (el radicalismo tenía dos candidatos en la provincia de Entre Ríos), que tenía ramificaciones en el Banco Central, jugó en desmedro del banco regional, explicó.

“Todo conspiró para que nosotros no pudiéramos fusionarnos con otro bancoâ€, dijo, dando a entender que la puja política se metió en el asunto. “Acá hubo una interna. Y lamentablemente el jamón del sandwich fue el Banco Mesopotámicoâ€, sostuvo.

En ese momento, comentó, existían 45 bancos y la idea del Central era de que el número no pasara de 7. La fusión se imponía y el acuerdo con el banco Bica se fue trabajando entre ambas entidades, con auditorías cruzadas. La estrategia imponía al Mesopotámico achicar un 30% las sucursales y el personal.

Hubo un plan de racionalización del personal (con retiros voluntarios incluidos), pero el sindicato se opuso a los despidos. Todo lo cual, según Castiglioni, agregó un obstáculo insalvable al plan de fusión bancaria.

A todo esto, la hipótesis de dolo fue descartada por los propios funcionarios del Banco Central que actuaron como síndicos. La calificación de conducta se realizó al año de decretada la quiebra. “Ahí se manifiesta que no hubo dolo alguno por parte de los consejeros del Banco Mesopotámicoâ€, resaltó.

Para el entrevistado, este punto es esencial porque despeja cualquier duda de deshonestidad en las autoridades del banco. “El 14 de julio de 1986 se presentaron 14 funcionarios del Banco Central, entre abogados y contadores encabezados por el doctor Larcher, en la casa central de nuestro banco, en Bolívar y Rocamora, con una orden judicialâ€, relató.

“El presidente Mario Bustelo, juntamente con el gerente general el ingeniero Carlos Pérez Tiribelli, estaban en Buenos Aires haciendo gestiones con la Federación de Bancos Cooperativos. Y el secretario que era Bernardo Spektor, estaba en su casa con una dolencia. Fui yo entonces quien entregó el bancoâ€, agregó.

“Al día siguiente, el doctor Larcher me dijo: ‘mire, ustedes son una mosca blanca, porque en el 99 % de los casos, en los bancos intervenidos, hemos entrado con el auxilio de la fuerza pública’â€.

“Recuerdo que yo le entregué los inventarios de cada una de las 26 sucursales y los verificaron. Y en una de los tantos diálogos que tuvimos, Larcher me dice: ‘quiero las carpetas del comité ejecutivo. Le digo: no están. A lo que él observó: ‘así los quería agarrar’. Yo retruqué: ‘no, no se confunda, no están porque los miembros del consejo no sacabamos créditos del banco. Nunca tuvimos crédito’. ‘¡¿Cómo?!’, se preguntó sorprendidoâ€, relató Castiglioni.

Pasado unos días, cuenta el entrevistado, Larcher lo llama y le dice: “Quiero pedirle disculpas porque realmente hemos comprobado que ustedes no tenían crédito. Y hemos comprobado que los bienes de los inventarios están todos; no falta un ceniceroâ€.



La espada de Damocles


Pero la historia de la quiebra del Mesopotámico tiene episodios casi surrealistas, protagonizados por el Banco Central, que todavía siguen impactando en la vida de quienes tuvieron un papel de conducción en la entidad, sobre quienes pesan eventuales embargos e inhibiciones.

Así cuenta Castiglioni: “Liquidan el banco en 1986. Pero en el año 2006, después de 20 años, los señores funcionarios del Banco Central descubren que hay dos formularios que fueron mal confeccionados. Y entonces nos aplican una multa de 199 mil pesos a cada uno de los consejeros. Y nos dan 5 días de plazo para que paguemos, como si esa suma fuese un vuelto en algún bolsilloâ€.

“Nos aplican esa multa a todos los consejeros. Tanto a nosotros, como al que está en Misiones, el que está en Corrientes y el que está en Capital Federal. Entonces apelamos ante la Corte Nacional en lo Contencioso Administrativo de Capital Federal. Después de varios años, ganamos. El Banco Central no se ha conformado. Ahora apeló ante la Corte Suprema de Justicia porque la Cámara falló a favor nuestro. Es increíble. Estamos todos con la espada de Damocles encima, pese a que la Corte Suprema ya tiene definido que no se puede tener a una persona tanto tiempo con embargos e inhibicionesâ€.

Castiglioni resaltó lo absurdo de esta situación: “En mi cabeza no cabe que después de 20 años le digan a una persona (aunque incluso ella ya no viva): mire usted tiene dos infracciones de tránsito porque resulta que cruzó en rojo o porque estaba mal estacionado su auto. Perdón, alguien me lo tiene que explicar. Yo no lo puedo entender. Mi capacidad es muy limitada, evidentementeâ€.



Los años felices




Castiglioni cuenta, y así lo deja reflejado en el libro de su autoría, la rica experiencia de la Cooperativa de Crédito de Gualeguaychú, que empieza a funcionar en 1962, y la cual después junto a otras cooperativas de la provincia, deciden fundar el Banco Mesopotámico.

“Fueron 17 años maravillosos. Era jefe y por semana liquidaba entre 400 y 600 créditos. Era un sistema basado en la palabra, en la confianza mutua. Yo estaba en la parte de otorgamiento. ¿Quién firmaba de codeudor? La esposa del hombre. Y éste me decía: pero si mi mujer es ama de casa, ella no tiene bienes. Entonces respondía: usted no se haga problemas, esto es para llenar la fórmula, yo sé que usted va a pagar. Y nos pagaban, efectivamente. Nunca tuvimos un problemaâ€, relató.

Y añadió: “Les confieso que en los 17 años ningún consejero cobró un solo peso, siendo cooperativa de crédito. Nunca cobramos un solo peso de compensación de gastos, salvo que se viajara. Nada de gastos de representación o de sueldo en absoluto, en 17 añosâ€.

Las líneas de crédito de la caja local, dirigidas a personas, familias y empresas, fueron una palanca de fomento económico y social. Se otorgaban tanto para comprar hipotecas como para refaccionar el frente de los comercios. Y las había para el desarrollo urbano: pavimentación, extensión de alumbrado público, redes de agua y cloaca.

Castiglioni recuerda que fue una novedad la compra de hipotecas: “El acreedor hipotecario normalmente pretende que se le cancele totalmente la deuda, cosa que se hace imposible para cualquiera. No le aceptaban las amortizaciones parciales. Me enteré que una familia tenía un problema muy serio. Llevé el caso al seno del Consejo de Administración y largamos una línea de créditos para comprar hipotecas. Y después le dimos 36, 48, 60 meses, de acuerdo a las posibilidades que tenía la gente, y así pudimos salvar a muchas familias que perdían su casaâ€.

El entrevistado destacó que de cada 10 pesos de depósito que tenía la cooperativa de crédito, 9 iban a préstamo. Lo cual refleja la confianza que existía entre la institución y los clientes de la entidad. Era ahorro de los gualeguaychuenses que se volvía a volcar al circuito local bajo forma de financiamiento.

Era un modelo de banca de real desarrollo local, que está en las antípodas del actual sistema bancario, dominado por agentes financieros “que prestan 3 pesos y se llevan 7 hacia Buenos Airesâ€, produciendo así una sangría de circulante, explicó Castiglioni.

El desarrollo territorial alcanzado por las cajas de crédito, el protagonismo que habían logrado en el mercado, empezó a ser mirado con recelos por otros jugadores del sector, recordó el entrevistado. “Los banqueros estaban muy molestos, muy nerviosos y nos obligaron en la época del señor Martínez de Hoz a transformarnos en un banco cooperativoâ€, explicó.

“En este sentido quiero rescatar la figura de don Adán Ernesto Carbone, porque él fue una de las piezas fundamentales para que otras cooperativas de la provincia de Entre Ríos y de Esquina (Corrientes) entraran a formar parte de este Banco Cooperativoâ€, reivindicó.



Anticipo

Enrique Castiglioni adelantó a EL DIA que ya empezó a escribir otro libro, esta vez dedicado a Corporación del Desarrollo de Gualeguaychú, de la que fue presidente durante 28 años. Y afirmó que si Dios le da vida encarará un tercer libro que tratará sobre el Centro de Defensa Comercial e Industrial de Gualeguaychú, del que fue dirigente durante 35 años.

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