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UNA GRAN PERDIDA
20-07-2007
MURIÓ FONTANARROSA
El escritor y humorista Roberto Fontanarrosa murió ayer a los 62 años, en Rosario, su ciudad natal, rodeado del afecto de sus seres queridos y del que le prodigaron en los últimos años sus agradecidos lectores. El “padre” de Inodoro Pereyra y Boogie, el aceitoso falleció como consecuencia de un paro cardíaco que marcó el epílogo del calvario que, siempre con buen ánimo, sobrellevó el escritor en los últimos años a raíz de una extraña enfermedad neurológica y degenerativa.
A lo largo de más de 30 años, el Negro Fontanarrosa, un fanático acérrimo de Rosario Central, se destacó no sólo en el terreno del humor gráfico, donde inmortalizó a personajes como el perro Mendieta o la china Eulogia, sino también en sus 15 libros de cuentos y novelas, que venía publicando desde 1981. Los restos de Fontanarrosa son velados en la Cochería Bassi, ubicada en Salta 3070, de Rosario. La Intendencia ofreció que el velatorio se realice en el Palacio Municipal, pero la familia resolvió que sea en esa cochería.
Recordando al Negro
Crist, seudónimo del dibujante Cristóbal Reynoso, recordó a su amigo: “Era un tipo entrañable, único en todo, en su manera de percibir la vida, de describirla. Tal vez creo que sea uno de los tipos más inteligentes que yo conocí”, dijo. “Él pintó el mundo desde la mesa de un bar”, añadió.
Oscar Blotta, otro reconocido caricaturista, aseguró estar “conmovido, shockeado y bloqueado por la noticia. Lo que pasó es muy, muy fuerte. Lo que a mí más me gustó de él fue su primera época. Él fue un verdadero genio”. Fernando Sendra, señaló que Fontanarrosa tenía “tres cualidades que son difíciles de reunir: una muy buena redacción, un dibujo innovador pero adecuado y un sentido del humor espectacular”.
* El recuerdo de Jaimo
“La experiencia que tuve de conocerlo fue en Rosario en el 92, estaba en un congreso de Arquitectura y charlé con él como cualquier hijo de vecino. Me preguntó sobre mi vida y después venía mucha gente y conversaba con todos. Sólo los verdaderos maestros son humildes y eso de poder seguir charlando ahora y siempre.
Para mí es un humorista que puede ir más allá, puede hacer humor con los argentinos y hacerlo gustar de manera popular, es nuestro emblema y es representativo no siendo futbolista, boxeador o presidente y eso es más que un triunfo para el Negro.
El es un humorista, pero para él el texto es fundamental, para él no hay mucho humor mudo como Quino o Caloi. Se apoyó en intelectuales como Soriano, Serrat y era un grupete de gente, en su bar El Cairo, donde concurría. Empezó con dibujos y copiando a Pratt (de El Corto Maltés) hizo a Boggie o a Inodoro Pereira, que representaba lo telúrico en los 70 y genera en el texto todo el humor. Al leer algo sobre él, te imaginás todo. Él estudia los comportamientos y la forma de cargarnos. Él vivía el fútbol y su Rosario Central, que es y será para él lo más grande que hay. Es un argentino más que se dedicó a la cultura para la gente. Para mí se fue uno de los mejores, sino el mejor. El Negro es de todos y ahora estará cagándose de risa de nosotros, como siempre...
Ricardo Jaimovich, humorista paranaense
* “Era un tipo que sabía comunicar muy bien”, dijo Maxi Sanguinetti
Maxi Sanguinetti, a propósito de la ausencia física y la perdurabilidad en obras de Roberto Fontanarrosa, se manifestó “sorprendido, triste y dolido al mismo tiempo”. “A Fontanarrosa lo leía desde muy chico, cuando mi viejo compraba las revistas –ediciones de La Urraca– Hortensia, Humor, Satiricón... Lo seguí siempre con mucha admiración. Inodoro Pereyra, con Asterix y Mafalda, todavía es una de las pocas tiras que me hacen reír. Cuando me enteré que se había muerto se me vino a la cabeza una imagen. Cuando recién nos fuimos a Rosario a estudiar con un grupo de amigos, entre ellos el dibujante Facundo El Faca Vázquez, estábamos obnubilados con el mito de Fontanarrosa y el bar El Cairo. Una de las primeras cosas que hicimos cuando llegamos a Rosario fue ir a buscarlo a ver si era verdad que iba todas las tardes con los amigos a sentarse a una mesa. Fuimos un día a la tarde y efectivamente estaba Fontanarrosa con los amigos. Nos sentamos en la mesa de al lado como unos fans hasta que él nos saludó y salió de su momento de recreación de ocio para sentarse junto a nosotros con la mejor de las voluntades. Charlamos con él como si estuviéramos hablando con un conocido de toda la vida. Fue una demostración de simpleza, no podíamos creer que fuera tan accesible hablar con alguien a quien admirábamos tanto. Después coincidíamos en muestras de humor en Rosario y recordaba a los entrerrianos siempre. Conocí su estudio en el barrio Fisherton, estar ahí fue emocionante. Lo que más me gustaba de Fontanarrosa era la multiplicidad de cosas que hacía: escribir y hacerlo bien. Lo suyo era comunicar. No era un dibujante eximio. Era un tipo que sabía comunicar muy bien. Y esa es una facultad que no tienen muchos. En Rosario hay un duelo muy grande que se percibe en la calle. Queda la obra, que por suerte es mucha”.
fuente uno