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LLEGAN A VILLA ELISA
04-08-2007
75 AÑOS DEL COLEGIO ESTRADA
Continuando con el valioso material: ¡gran expectativa!,( E.02 martes 29 de marzo: “ A las 13 salieron para Villa Elisa, 40 minutos de viaje parecieron interminables. Por fin divisaron el Colegio, el cura Padre Jorge Schroeder, que estaba hablando en el patio con algunos obreros, las recibió con amabilidad y las llevó inmediatamente a recorrer la casa. Había obreros por todas partes, porque faltaba bastante para terminar la obra.”.) Nos imaginamos los temores, dudas que pasaron por sus mentes, cuando a lo lejos distinguieron la imponencia del edificio erguido en el punto medio del pueblo que las aguardaba. Era casi inexistente la forestación, baldíos formidables se destacaban en lo que son hoy nuestras plazas céntricas, las lecheras de los vecinos pastaban plácidamente despreocupadas. Luego de esta primera visita regresan a San José, para retornar el 02 de abril, ocasión en la cual trabajan hasta el cansancio en la organización y limpieza, en tanto el Padre Jorge con su progenitor continúan ocupados luego que se retira el resto del personal para acelerar la puesta a punto de la obra: Toda la instalación eléctrica, sin mezquinar la luz en ninguna parte y con terminación perfecta, fue su responsabilidad. Vuelven una vez más a San José con la intención de regresar el domingo tres para la inauguración pero las inclemencias del tiempo no permitieron su salida de la ciudad vecina, y aunque el Obispo estaba desde el día antes ,Monseñor Julián Martinez no podía prolongar más su estadía, conviniéndose que la inauguración sería el domingo 17.
Para establecerse de manera ya definitiva las religiosas emprendieron la aventura: “ El día 04 de abril a las 16,15 toca timbre el Cura Párroco de Villa Elisa para llevarlas a destino, puesto que podían instalarse aunque el colegio no estuviera todavía bendecido. Una vez ubicadas, sólo tres, porque no cabíamos las cuatro en el auto, la Hna. María de Luján quedó en San José para llevar el día siguiente(...). Henos aquí en marcha, la conversación es algo monótona recae sobre el tiempo, el camino casi intransitable por la lluvia de anoche, observaciones al chofer para que vaya más despacio, que elija aquel lado del camino, etc. etc. A mitad del trayecto y ya en límites de Villa Elisa, el Señor cura propone rezar el rosario y se excusa no hacer él por no tenerlo ahí. A insinuación de la madre superiora, la hermana asistenta lo empieza. Con su terminación llegamos al término del viaje, mientras el sol se oculta al horizonte”.
Ya frente al Colegio al ruido del coche emergen dos jóvenes que exclaman: ¡las hermanas!. En eso salen dos muchachas que las ayudan a bajar las valijas y las acompañan al interior del edificio, pero encuentran que lo ordenado en las jornadas anteriores no estaba en su lugar ya que a contra reloj continuaban trabajando sin desmayo. Entrada la noche: “ Llegadas al dormitorio, nos dejaron para ponerlo en orden, diciendo el señor cura que volvería dentro de un rato para bendecirlo. Dada esta bendición, toma, de un llavero en que les había hecho colocar todas las llaves de la casa; las entrega a la madre superiora, indicándole a qué puerta pertenece cada una. Como es ya tarde, él mismo la acompaña a cerrar las puertas de salida a la calle y patios. Al dejarnos le pedimos una bendición... henos aquí, las tres solas en esta casa. Cada palabra, cada paso, el menor ruido tiene un eco interminable en el edificio aún desierto”.
Para la hora de cenar les habían dejado preparado sobre la mesa pan y carne asada, en un canasto papas, moñatos, chauchas y una dama les enseñó a encender la cocina a nafta diciéndoles que al otro día vendrían el lechero el carnicero y el panadero que ya habían sido avisados. Hasta el mínimo detalle el padre Jorge previó todo, otra señora les acercó velas benditas y fósforos, luego regresó para invitarlas en nombre del cura para efectuar la oración en la Iglesia. “Allí vamos... Quiera el buen Jesús haber derramado amplia bendición sobre las que veía ahora a sus pies y sobre el trabajo que iban a emprender por su amor. Volvemos luego a la cocina. Nada nos falta, pero nadie tiene ánimo para tomar otra cosa que una taza de té. Damos una vuelta más por estos corredores y nos encaminamos al dormitorio. Las puertas y ventanas sin postigos ni persianas nos obligan a ponerles, por blancas cortinas, sábanas que junto al celeste subido en la pared, formaban grandes banderas. Encendemos la vela bendita, durante la oración; y, como no cabe en el candelero, la atamos, con unos pañuelos, al parante de una cama. La meditación para el día siguiente nos representa a María Magdalena en contemplación ante el sepulcro de Nuestro Señor; pero nuestra imaginación nos traslada a menudo del sepulcro a la nueva casa aún vacía; y, con la Magdalena, nos preguntamos: no lo que ha sucedido, sino lo que sucederá. Así se pasa la noche con poco sueño y muchas horas en vela.”. Tensión, mucha tensión en la tranquila noche de otoño, se torna casi en angustia por momentos, las expectativas son enormes.
Villa Elisa al Día