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LA CONSTRUCCIÓN
02-08-2007

75 AÑOS DEL COLEGIO ESTRADA

(Villa Elisa al Dia)

Para la edificación, se optó por el descampado lindante a unos escasos metros de la Primera Iglesia -al costado derecho- con frente hacia lo que es hoy Avda. Urquiza, prolongación en ese entonces camino viejo a San José, actualmente vía a colonia “La Matildeâ€. Los trabajos se emprendieron aproximadamente en la segunda mitad del año 1929 o ha comienzos del año entrante, y lo primero que se hizo fue cavar la zanja para el piso del subsuelo. Como siempre y en cualquier época, los gurises de entonces eran pícaros traviesos y se acercaban curiosos los días en que no había personas trabajando, a semejante hoyo hecho en el centro del pueblo, los domingos iban a jugar y hacer todo tipo de travesuras. La tierra que se extraía a pala era sacada en vehículos a tracción a sangre, Pedro Baron con su “carro ruso†verde, Juan Bautista Odiard con un “tumbero†entre otros, transportaron cantidades considerables de metros cúbicos. De manera simultánea se fueron acercando los materiales. Los ladrillos se fabricaron en lo de don Julio Berger o (Berchet), en un campo de 20 o 30 hectáreas que estaba detrás de lo que es hoy el “Museo Regional El Porvenir†-ex residencia del fundador don Héctor de Elía- construido en 1885. El cortado de las piezas y el quemado en los hornos lo dirigía Juan Pedro Menduiño. El transporte hasta la obra se llevó adelante con “carros colonos†de cuatro ruedas, José Francou e hijos como otros colaboradores se responsabilizaron de trasladarlos. En cuanto a la arena, se la trajo de un gran médano que había en el Arroyo Perucho Verne, -Puente Roto-. En frías madrugadas, con neblinas espesas y al canto alegre en germánico, don Pedro, invitado y luego traído por el Padre Jorge de Santa Anita, Dpto. Uruguay, E.R., junto con su familia, incontables viajes efectuó desde ese lugar. Se aprovechó asimismo para este fin, realizar lo que se conocía entonces como “convidadosâ€; esto consistía en que los camiones que iban al Puerto de Colón a llevar mercaderías para embarque, de regreso, en lo posible, acarrearan arena pasando por el lugar citado, luego en oportunidades se mataba un cordero u otra carne para la parrilla y se lo compartía en una comilona entre el obraje, Italo Deymonaz fue uno de esos transportistas. ¡Lindos tiempos aquellos!, de trabajo duro y de sol a sol a veces, 12 horas de labor era lo más común, pero existían valores como: la solidaridad, el valor a la palabra empeñada, el respeto, la honestidad y otros por los cuales las personas de esas generaciones estaban convencidas, había honor y se aferraban a sus principios. En cuanto al resto de los materiales necesarios fueron comprados en las casas de ramos generales establecidas en la localidad., Eyhartz, Bobbet y Deschamps y Alberto Vazón. Tiempo después estos importantes comercios quebrarían por la gran dificultad financiera que debieron atravesar.
Estamos hablando de fines de la década del veinte cuando se iniciaron los trabajos, pero los planos del Colegio y del Nuevo Templo estaban terminados ya en 1926 por Carlos Lochner. El dibujo -donde se puede ver nuestro Colegio original- y de las construcciones realizadas o en proyectos de ejecución a iniciativa del Padre Jorge -croquis publicado en el boletín -revista semanal-“El Parroquial†está delineado por José Schroeder. Los responsables del levantamiento fueron: El padre Jorge, su hermano Juan y el papá ya anciano de ambos, don Francisco que era carpintero, se afirma que también hubo un hombre de nacionalidad austríaca o checoslovaco, ingeniero que colaboraba en la dirección de la obra; pero no solamente se encargaban de dirigir, los curas junto a sus parientes laburaban a la par o más que los numerosos obreros empleados.
El financiamiento se efectuó con nutridas donaciones o beneficios de todo tipo de parte de los ciudadanos del pueblo y de colonos que aportaron -en especies, animales u otros bienes-. El que dio en concepto de colaboración miles de ladrillos, fue el señor Juan Mauricio Fussey, quien se desempeñaría por muchos años en el cargo de Tesorero de la Junta de Fomento de Villa Elisa. Tampoco los chicos se salvaron de contribuir, todos tenían que poner de su alcancía, pocos quedaron exceptuados de realizar al menos un pequeño aporte. Téngase en cuenta que estábamos en plena crisis económica de los años treinta, como así también de plagas, por ejemplo nubes de langostas surcaban el cielo e inclusive oscurecían el día para luego posarse sobre los sembrados y hacer estragos, ante la impotencia de los agricultores que se limitaban a poner precarias defensas a sus cultivos, las llamadas “chapas barreras†de unos 50 cm. de alto con su correspondientes clavos. Pese a todas las adversidades, el inmueble se levantó en dos años y algunos meses, quedando habilitado para prestar los servicios que hasta el presente sigue cumpliendo. Viene al caso lo que explicita un párrafo del boletín “El Parroquial†de entonces: “...la obra del Colegio hace un gran honor a los generosos donantes y que es signo de la potencialidad de estas colonias en este tiempo de crisis afligente en todo el país.â€.
Un documento de fecha julio 29 de 1932, firmado por la superiora Catalina Schwindt -Madre María Gabriela- a cuatro meses de iniciadas las actividades, revela los datos siguientes: propiedad “Obispado de Paranáâ€, área de terreno que corresponde al edifico 2746,25 m2. total de salas 14 incluyendo habitación de Directora, aulas, comedor, salón, dormitorios, despensa, ropería, cocina y tres baños. Cimientos de hormigón, paredes de ladrillos en su totalidad, que para suplir los efectos de la humedad se revistieron con asfalto, luego con algo similar a la cerecita, pisos de mosaico, techo parte de adelante de zinc y el resto de loza de cemento, frente verja, a los lados alambre tejido con postes de cemento. Se plantaron árboles 20, 10 de frutales y 10 de forestación.

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