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LOGOSOFÍA
19-12-2013

El puma "doméstico"

(Villa Elisa al Dia)

Paseaba una vez un distinguido filósofo en compañía de un joven estudiante, al que instruía con singular empeño sobre el valor de las defensas mentales, y prevenía acerca de los diferentes disfraces que utilizan los pensamientos para ocultar sus intenciones a la buena fe del hombre. Con claras imágenes le demostraba cuáles son las características predominantes en muchos de ellos y el cuidado que es necesario tener para no verse sorprendido a menudo por sus inesperados zarpazos. En diciendo esto, observó que, pese a la diafanidad de sus palabras, no había sido comprendido por su interlocutor o alguna duda existía en la interpretación que éste había dado a las mismas.

En tales circunstancias, y por una de aquellas coincidencias que suelen pocas veces acontecer, llegaron a la casa de un amigo, comerciante en pájaros y otros animales de variado tipo, tales como gatos, perros, conejos, zorros, pumas, etc. Entraron al comercio, y luego de cambiar algunas palabras con el dueño, éste los llevó a recorrer su pequeño zoológico. El que hayan visto pájaros de todos los colores y precios, y toda una colección de animalejos, no interesa; lo importante al caso es que en uno de los patios del comercio, atado con una fuerte cadena al tronco de una palmera alta y delgada, daba vueltas un puma de no menos un metro de largo.

Había llegado al comercio hacía unos meses; era entonces un cachorrito inofensivo y hermoso, al que hubo que criar con mamadera. El dueño del establecimiento le había tomado tal cariño, que repetidas veces rechazó las ofertas de los compradores. Lo mimaba, acariciándolo con mucha frecuencia, y si alguno sentía, temor de él, le decía con tono confiado:

-No tenga Ud., miedo; es un cachorrito.

En verdad, parecía no haber notado cuánto había crecido.

Ese día el puma había atrapado una rata y la había devorado.

-Es la primera vez que hace eso -y como si quisiera dar la mayor garantía respecto a la falta de ferocidad de la bestia, agregó: - Ya es un puma doméstico.

Los visitantes miraban al puma desde una prudente distancia, notando que cada vez que éste pasaba delante de ellos, intentaba un zarpazo hacia sus pies, siguiendo luego sus monótonas vueltas alrededor de la palmera.

No transcurrió mucho sin que su dueño, que había ido en busca de una jaula, al pasar próximo a él sintiera en sus espaldas el zarpazo de la fiera desgarrándole las ropas. Chaqueta, camisa y demás prendas interiores fueron arrancadas como por arte de magia.

Con la cara pálida, casi sin aliento, alcanzó a decir:

-¡Válgame Dios!... ¡Si puede uno confiar en estos "bichos" sanguinarios!... Mañana mismo lo haré volar de mi casa? - y repetía el juramento de no tener más fieras en su comercio, aunque ostentasen, cuando cachorros, la cara más inofensiva.

-¿Habéis visto? -preguntó el filósofo a su acompañante, después que la escena hubo pasado.- He ahí una viva imagen de lo que son ciertos pensamientos que con gran solicitud van amamantándose en la mente desde que apenas tienen fuerza para existir. Las consecuencias de la imprevisión o imprudencia de quien, como en el caso del puma, les da albergue, los alimenta y prodiga un afecto y una confianza que pueden labrar su propia desgracia, hay que lamentarlas luego.

Autor: Carlos Bernardo González Pecotche


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